sábado, 6 de noviembre de 2010

Lady Warhol por Christopher Makos

Fotografía: Andy Wharhol en el lente de Christopher Makos


Para quienes tuvimos la experiencia de asistir a la exposición de la obra artística Pop Art de Andy Wharhol, presentada en el 2009 por el Centro cultural de la Pontificia Universidad Católica del Perú, este libro resultara interesante y nos hará descubrir un más allá intimo y personal de este icono y gran artista.


Disfrutenlo¡¡¡¡



Lady Warhol

El miércoles 3 de noviembre del 2010, se realizó en la ciudad de Madrid (España) la presentación en La Fábrica del libro Lady Warhol por Christopher Makos. Las fotografías más increíbles del mayor icono del arte del siglo XX en una inolvidable sesión que tuvo lugar en Nueva York 1981.


Un libro de gran formato, lujosamente editado, que ya se ha presentado el mes pasado con gran éxito en Nueva York. Aprovecha esta oportunidad para conocer a un mito de la fotografía que inmortalizó a Andy Warhol mostrando su lado más femenino.También te presentaremos un estuche exclusivo con el libro más una fotografía original en una edición seriada de 50 copias.

Para ver imagenes del libro hacer click aqui: http://www.lafabrica.com/presentaciones/


Fuente: la Librería de La Fábrica (Madrid).

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Mi ambición era mucho mayor que ganar el Nobel, era escribir buenas novelas_El País

Fotografía: El País


Los periodistas no aplauden. Según la definición clásica, cuentan a la gente lo que le pasa a la gente pero, discriminando entre información y opinión, no juzgan. Por eso no aplauden en las ruedas de prensa. Pero a veces ocurre. Hoy, por ejemplo. Pasado el mediodía, Mario Vargas Llosa (Arequipa, Perú, 1936) entró en el auditorio de la Casa de América de Madrid. Allí le esperaba una nube de flashes, micrófonos, cámaras, cuadernos y bolígrafos, algún ordenador y alrededor de 200 reporteros que rompieron a aplaudir en cuanto vieron al último premio Nobel de literatura.

"El mundo ha repetido su visita a Vargas Llosa", dijo Pilar Reyes, directora de la editorial Alfaguara, recordando las horas que siguieron en octubre pasado al anuncio del galardón más importante de las letras universales. Esta vez el motivo de la visita de decenas de medios de Europa y América Latina era la aparición de El sueño del celta, una novela con una tirada de medio millón de ejemplares (la mitad distribuidos en España) que hoy mismo ha desembarcado en 17 países de habla hispana, incluyendo el segundo mayor por el número de hablantes: Estados Unidos. Entre tanto, 22 editores y 20 lenguas extranjeras trabajan ya en la traducción de la nueva obra de un clásico vivo que además el próximo 10 de diciembre entrará, vía Estocolmo, en el Olimpo de los más grandes.

Cuando la representante de la radio de Suecia le preguntó si no tenía miedo a caer en el mismo silencio que agarrotó a muchos de los que le han precedido en el palmarés del Nobel, Vargas Llosa fue rotundo: "¡Ningún peligro! A mí la muerte me encontrará con la pluma en la mano". Poco antes había citado a su maestro, Flaubert: "Escribir es una manera de vivir".

Después de contar que el anunció del premio había interrumpido la redacción de La civilización del espectáculo, el ensayo en el que estaba trabajando cuando se levantó el "torbellino sueco". "A los veinte minutos de saberse, mi departamento se llenó de gente que no conocía; periodistas daneses, fineses". Esa pausa forzada era solo un presagio: "Mis horarios han saltado por los aires", explica, "aunque no me quejo, en el desequilibrio no me siento cómodo".

"Voy a seguir hablando como una cotorra", añadió. Y hoy habló y habló. Sólo guardó silencio sobre un asunto concreto: su discurso de recepción del Nobel. "Voy a guardar el secreto", dijo. Eso sí, aunque lleva cerca de un mes con la cabeza en las nubes -"duermo dos o tres horas al día"- no ha despegado un milímetro los pies del suelo. Por eso el galardón no ha frenado el impulso que le llevó siendo un veinteañero a escribir novelas como La ciudad y los perros o La casa verde. "Nunca estuvo entre mis aspiraciones literarias ganar el Premio Nobel. Mis ambiciones eran mayores: yo quería escribir buenas novelas", afirmó. "Mi ambición era que mis libros se leyeran como yo leía los libros que me cambiaron la vida".

Uno de esos libros decisivos fue El corazón de las tinieblas, y en una biografía de su autor, Joseph Conrad, Vargas Llosa se topó con una figura fascinante: Roger Casement. Diplomático británico nacido en el Ulster, su conversión al nacionalismo irlandés le llevó a conspirar con Alemania durante la Primera Guerra Mundial para dar el impulso definitivo a la independencia de Irlanda. Aquella conspiración dio con sus huesos en la cárcel londinense de Pentonville.

Ahí arranca El sueño del celta, el relato de las horas de celda de un hombre que recuerda la otra gran peripecia de su vida: sus días en el Congo y en la Amazonía peruana como testigo de los horrores -mutilaciones, asesinatos, prostitución, esclavitud- a los que los europeos sometían a los indígenas que trabajaban en la explotación del caucho. "Cuando desaparece la legalidad prevalece la ley del más fuerte y brota la barbarie", explicó Vargas Llosa. Casement encontró el horror donde pensaba encontrar cristianismo, comercio y civilización. "Fue tal vez el primer europeo en denunciar los crímenes del colonialismo", explicó el novelista. Hoy, sin embargo, apenas nadie lo recuerda ni en África ni en Perú. El escritor lo comprobó sobre el terreno cuando viajó a los escenarios de su novela. Allí comprobó también que buena parte de las situación actual del Congo viene de aquella "vertiginosa brutalidad": "Los descendientes de las víctimas todavía no han podido recuperarse".

Casement, un "héroe incómodo", vivió entre 1864 y 1916, y hoy la charla de Vargas Llosa se movió entre la crisis de aquellos años y la de ahora mismo. De todo lo preguntaron y de todo habló. Ya se tratara de la elecciones en Brasil -elogió la política interior de Lula y criticó su complacencia con regímenes autoritarios como el de Cuba- o en Estados Unidos - "el debate es si las políticas sociales deben pasar por el Estado o por la sociedad civil" en un país que tradicionalmente desconfía de la intervención estatal-. Habló también sobre la situación argentina tras la muerte de Néstor Kirchner -el mal del país tiene, para él, un nombre: peronismo, es decir populismo-, sobre la piratería de los libros -"fruto de la falta de conciencia de que la legalidad es la civilización", afirmó tras contar que su editor de Alfaguara Perú le dijo que por cada copia legal de sus libros se vendían siete ilegales-, sobre el nacionalismo -"una plaga que ha llenado de sangre la historia"- y hasta sobre sus aficiones como melómano -"en música soy más bien conservador, llego hasta Mahler", dijo con una sonrisa alguien que sabe que en política muchos le han puesto hace tiempo esa etiqueta-.

Esta tarde, a las 19.30, Mario Vargas Llosa seguirá hablando sobre su nueva novela, el premio Nobel, lo humano y lo divino. Lo hará con el periodista Iñaki Gabilondo en los Teatros del Canal de Madrid. Como muchos de sus libros, las intervenciones públicas del nuevo premio Nobel van más allá de los géneros al uso, son entrevistas, coloquios, ruedas de prensa, charlas magistrales y también algo más. Tal vez por eso a veces hasta los periodistas se lanzan a aplaudirle.

Una joya , un fragmento :El guardián entre el centeno

Fotografía: Flores de Almendro


El guardián entre el centeno (fragmento) de Jerome David Salinger


" Era un taxi viejísimo que olía como si alguien hubiera acabado de vomitar dentro. Siempre me toca uno de ésos cuando voy a algún lado de noche. Pero más deprimente todavía era que las calles estuvieran tan tristes y solitarias a pesar de ser sábado. Apenas se veía a nadie. De vez en cuando cruzaban un hombre y una mujer abrazados por la cintura, o una pandilla de tipos riéndose como hienas de algo que apuesto la cabeza a que no tenía la menor gracia. Nueva York es terrible cuando alguien se ríe de noche. La carcajada se oye a millas y millas de distancia, y hace que uno se sienta aún más triste y deprimido. En el fondo, lo que me hubiera gustado habría sido ir a casa un rato y charlar con Phoebe. Pero, en fin, como les iba diciendo, subí al taxi, y pronto el taxista empezó a darme un poco de conversación. Se llamaba Howitz y era mucho más simpático que el anterior. Por eso se me ocurrió que a lo mejor sabía lo de los patos.


-Dígame, Howitz -le dije-. ¿Pasa usted muchas veces junto al lago del Central Park ?
-¿ Qué ?
-El lago, sabe. Ese lago pequeño que hay cerca de Central South Park. Donde están los patos. ¿ Sabe, no?
-Sí. ¿ Qué pasa con ese lago ?
-¿ Se acuerda de esos patos que hay siempre nadando ahí ? Sobre todo en primavera. ¿ Sabe usted por casualidad dónde van en invierno ?
-Adónde va , quién ?
-Los patos. ¿ Lo sabe usted, por casualidad? ¿ Viene alguien a llevárselos a alguna parte en un camión o se van ellos por su cuenta al sur, o qué hacen ?
El tal Howitz volvió la cabeza en redondo para mirarme. Tenía muy poca paciencia, pero no era mala persona.
-¿ Cómo quiere que lo sepa? -me dijo-. ¿Cómo quiere que sepa semejante estupidez ?
-Bueno, no se enoje por eso.
-¿ Quién se enoja ? Nadie se enoja.
Decidí que si iba a tomarse las cosas tan a pecho, mejor era no hablar. Pero fue él quien sacó de nuevo la conversación. Volvió otra vez la cabeza en redondo y me dijo:
-Los peces son los que no se van a ninguna parte. Los peces se quedan en el lago. Esos sí que no se mueven. "