miércoles, 13 de enero de 2010

De Vivir Adrede de Mario Benedetti




Los escépticos y los optimistas se miran siempre de reojo.

Son desconfiados de nacimiento.

Los escépticos se burlan de los demás y de sí mismos.

Se aburren de creer y no echan de menos las ausencias.

Los optimistas vencen al tedio y a la fiebre.

Aprenden del ayer y no lo borran.

Conocen y reconocen que vendrá algo mejor y desde ya preparan la bienvenida.

Los escépticos van y vienen sin nada.

Y lo que es peor, sin nadie.

Abrazan al pesimismo como único consuelo.

Inventan una tristeza sin lágrimas, dura como una mueca.

Los optimistas se entienden con el río y con el cielo que lleva en su corriente.

Saben que allí navega la tutela más leal, más respetable, y asumen el alma como agua.

Los escépticos son apenas mendigos, y el tiempo que transcurre les deja su limosna.

No logran escapar del viejo laberinto y reciben mensajes que son indescifrables.

Los optimistas en cambio guardan a menudo algo de gloria, que no es siempre la de hoy ni la de antes.

Hacen un nudo con las certidumbres y llenan su bolsillo de poesía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Para que ser escéptico si eso limita, si eso no nos deja ver más allá y aprender más. Los optimistas aunque pueden ser prejuzgados de bobos, vivimos siempre pensando en que podemos hacer mejor las cosas y podemos lograr lo que deseamos.