viernes, 1 de abril de 2011

El problema del Perú es...su gente, nosotros de Brenda Galagarza

Fotografia:Cherman
Hay gestos y entonaciones que uno suele recordar con mayor precisión que las palabras mismas. “El problema del Perú es su gente” me dijo un alumno y en su tono de voz, en su cuerpo, solo podía evidenciarse algo: que hay gente que le gustaría que no forme parte del Perú porque, así, el problema de nuestro sufrido país desaparecería (o sería otro). Intenté no prejuiciarme y le pregunté qué quería decir su frase. En efecto, era lo que ya venía sospechando. Este joven alumno y votante puso en evidencia un tema que, desde mi perspectiva, pasan por alto mucho de los electores o que, en el peor de los casos, ni siquiera consideran al momento de decidir su voto: la idea de Perú, eso que desde antiguo ya viene intentando forjarse, esa posibilidad de la que hablaba Basadre, esa revisión de nuestra historia y sus condiciones económicas de las que habló Haya de la Torre. El profesor Miró Quesada decía algo que me parece más que pertinente para nosotros, los votantes: bueno fuera que el principio de contradicción (la imposibilidad de aceptar A y no A a la vez y en el mismo sentido) sea un asunto que no trasciende la lógica de nuestro pensamiento, sin embargo, lo que es más relevante es que sus implicancias éticas nos deben obligar a hacernos cargo de nuestras decisiones con todo lo que ellas involucran. Es esa aplicación del principio de contradicción, quizá la única que vale la pena, la que motiva estas líneas. Porque ser contradictorios, hoy, es un error mortal para nuestro país, para los que nos importan. Un lujo innecesario. ¿Qué tanto sabemos de las ideas, creencias o prejuicios que se esconden detrás de nuestras elecciones? ¿Hemos reflexionado sobre ellas? Dice la gente que no entiende cómo hemos podido llegar a un escenario donde Humala y Keiko Sofía estén liderando la intención de voto. ¿Realmente no lo entieden? Cabe un intento de explicación entonces. Dicen los estudiosos que dentro de los muchos problemas que tiene nuestro país hay uno que recrudece nuestros afectos y nuestros odios y que nos atrasa como nación. Colonialismo le dicen los que saben. Lo cierto es que en el Perú se respira un aire falsamente señorial donde quienes siempre tuvieron más, siguen teniendo más y los que nunca tuvieron nada siguen sin tener nada. Desde nuestra fundación como país tenemos ese problema. No es huachafería, no es sentimentalismo ni paternalismo. Así es el Perú. Gracias a los sistemas políticos y económicos que nos han gobernado hemos seguido reproduciendo esa lógica tan insensata como cruel. Sabemos que han habido momentos históricos que intentaron cambiar esta constante pero fracasaron y su fracaso no significó solo un retroceso sino también una huella discriminatoria, resentida y desconfiada que aún no superamos como país. Según estudios del 2005, somos el segundo país en el mundo con menor índice de confianza en el prójimo. La confianza, por cierto, según el Banco Mundial es el primer índice de desarrollo en un país. Aquí, en los límites de nuestro país, la gente no confía ni en su madre. Votar es un acto de confianza, confianza en un proyecto, confianza en una persona, en sus acompañantes, en un partido. ¡Vaya tarea que nos espera! Humala representa a ese grupo de gente que ha sido espectorada del proyecto Perú por una serie de gobiernos, por el Estado todo. ¿Y esto nos debe sorprender? Sorprendidos deberíamos estar de nuestra propia sorpresa que peca de inocente, de soberbia. Dicen también que cada pueblo tiene al gobernante que se merece; pues sí: el olvido por la masa mayoritaria en el Perú nos está cobrando la factura. Nos guste o no, es una factura justa y hay que pagarla. ¿No entendemos entonces? No, sí debemos entender. Pero hay personas que viven en una nube que no se llama Perú, se llama Lima. Creen que reclamar el derecho de los siempre excluídos es exagerado. El bienestar individual no es el bienestar nacional. Ya lo dicen los organismos internacionales: en el Perú hay una falsa comodidad económica mal distribuida. ¿Cómo ha pasado esto? Varias cosas: mala gestión estatal y modelo de producción primario, relación del Estado-empresa, entre otros. Cuando uno pregunta quién se considera de derecha, muchos –y alegres- dicen serlo. ¿Qué implica serlo? Digo, no hay nada de malo en ser de derecha, como en ser católico o protestante. Nada. Hay una frase un poco huachafa que le oí a Gastón Acurio hace un tiempo: “en un país tan pobre como el Perú es un deber ser de izquierda”. Veamos. Los peruanos de derecha ¿qué defienden? ¿Libertad de expresión? ¿Democracia? ¿Derechos fundamentales? Algunos creen que eso es ser de derecha. No señores, eso es ser humano, nada más. Ser de derecha significa defender un modelo de proceso de producción (en nuestro caso: manual, rural y extractivo-agrícola); privilegiar una forma de propiedad respecto a estos procesos de producción (privada, internacional generalmente en nuestro caso) y manejar de una forma preestablecida los ingresos recibidos por la distribución (canon, impuestos, regalías administrados y recibidos por las urbes o el Estado encargadas de la redistribución). El asunto es el siguiente, en otros países que aplican este sistema sus procesos de producción son más bien del orden intelectual (como Alemania) y no del orden extractivo sino productivo (como China, Brasil, Israel). La propiedad sobre estos procesos de producción se establece, al menos en los rubros estratégicos, por empresariado nacional si no por el Estado mismo (Brasil, Chile) y los ingresos por la distribución de esta producción estratégica revierte inmediatamente sobre la población local toda vez que se trata de actitvidades productivas y no meramente extractivas (gobernadas por un Estado pequeño pero eficiente en sus mandos gerenciales). En el Perú se vive soñando que se está en Europa. Esta forma de manejar el Estado no es aplicable, en su versión extractiva, manual, agrícola, privada, extranjera e ineficiente, a nuestro país, porque, de ese modo, siempre seremos un modelo dependiente de guerras, conflictos y gustos de mercados externos. No hay que olvidar que nuestros vecinos de la región administran desde el Estado actividades que se consideran de interés nacional: puertos y comunicaciones en general, hidrocarburos también. Pero en el Perú hay gente qué dice “¿y qué tanto pues?”. Ni siquiera Estados Unidos (que ha mostrado que el modelo puede colapsar) deja en manos externas lo que es de importancia nacional. ¿No es nacionalismo el de Estados Unidos? Lo es, pero nadie diría que es socialismo, ¿o sí? Bueno, no es pecado ser de derecha. Es más, debe haber gente de derecha en este país. Pero, si la hay, debe ser consciente de qué es lo que defiende. Y debe ser consciente también que la aplicabilidad del conservadurismo de su ideología puede traer confictos en una realidad tan distinta cultural, social y étnicamente como la del Perú. Pero bueno, ahí está la derecha agarrándose de sus ilustres representantes: Keiko Sofía y PPK. Ciertamente Keiko y el fujimorismo calzan en la definición de “arroz con mango” pero, quizá exagero, representan los más firmes firmes deseos de la derecha: cristianismo, conservadurismo, promoción de empresas sobre todo del rubro extractivo. Claro, a la derecha fujimorista le conviene también otra cosa: no invertir en la producción de tipo mental. No conviene invertir en las mentes y almas de la juventud. No conviene que piensen. El populismo remedia los males del cuerpo y con eso se calma la mente. Y claro, como es una arroz con mango, cree que la libertad de expresión, respeto a los derechos fundamentales de las personas, respeto irrestricto por la institucionalidad de un país son asuntos casi decorativos, estupideces que se le ocurren a esos que se les ha dado por ser tolerantes. Huachafería de los caviares, moda homosexual y débil, permisividad. Estos son algunos de los ‘argumentos’ del núcleo duro del fujimorismo. Y ese núcleo duro no está mayoritariamente en Lima sino en provincias. Alguna vez, ruta a Yauyos en la sierra de Lima, tuve la oportunidad de darle un aventón a una señora. Sorprendida de que dos jóvenes anduviéramos por la zona (inaccesible aún en camioneta) nos contó que ningún gobierno se preocupaba por ellos (mucho menos Alan que acababa de asumir el mando hacía poco más de un año), en cambio, Fujimori iba a las orillas del río Cañete y pescaba trucha con ellos. El Chino era como ellos. Concluía la señora que lo que necesitaba este país no eran sujetos que hablaran bonito y prometieran el oro y el moro, sino, autoridades de mano dura ‘que hagan lo que se tenga que hacer’ para estar tranquilos, que se acuerden de los que más necesitan. Señora, le digo, sin ánimos de incomodarla, pero Fujimori mató gente y robó. Sí, me responde, pero era como uno. Este es el núcleo duro del fujimorismo. El apoyo a Keiko Sofía en las ciudades, sobre todo en Lima, se come con otro cubierto. Es el apoyo de clases altas que agradecen con intereses los ‘servicios’ fujimontesinistas y están en la disposición de hacerse de la vista gorda con hechos innegables y hoy felizmente ya condenados en pos de un sistema de mano dura. ‘Se tenía que hacer’ dicen, ‘es el precio que se tenía que pagar’. Claro, están mirando un bien mayor: “un mal menor para un bien mayor es siempre preferible”. Analicemos: el bien mayor atribuido a Fujimori es ‘la pacificación nacional’ (si pudimos con el terrorismo por supuesto que podremos con la delincuencia dice Keiko Sofía, leyendo el discurso que desde esas cuatro paredes de ensueño le escribe su padre). ¿Pero esto es así de cierto? ¿El argumento más recurrente de los defensores de la señora de Vito (como Vito Corleone, ¡valgan casualidades!) es tan cierto? Sé que poco o nada queremos reconocerle al primer gobierno de García, no obstante, valgan verdades, fue en ese entonces cuando se creó el GEIN. Benedicto Jiménez al mando organizó una verdadera inteligencia que dio con la captura de mandos inferiores en un inicio, mandos medios más tarde y cabecillas en los momentos más álgidos de la guerra interna. Sí, fueron ellos. Atinó Fujimori en no desarmarlos. La ‘inteligencia fujimorista’ más bien, disparaba a matar, terroristas como campesinos. Costo de guerra le dicen. Debe ser que no pagamos ningún ‘costo’ o que nos importa tan poco lo que se tuvo que pagar. Hace unos días Rafael Rey, flamante primer vicepresidente de la plancha de la señora Keiko Fujimori de Vito, dijo (y ya lo ha dicho antes) que el informe de la CVR es un desastre, un invento, una moda de los caviares. En el plan de gobierno de Keiko Sofía, por cierto, no figuran las conclusiones de la CVR, habrá que pensar que esto sucede porque no creen en ellas. Bueno, si Fujimori no hizo lo que realmente dicen que hizo, ¿qué hizo entonces? Puso en azul nuestra economía. Cuestionable. Pero digamos que lo hizo. ¿Qué país recibimos en el 2010 vía fax? Doña Keiko ¿qué capacidades demuestra tener? (apellidarse Fujimori no es una capacidad). La idea de Perú que manejan los fujimoristas parece centrarse en eso que la señora humilde de Yauyos rescataba: estar cerca del pueblo. La pregunta que como elector debemos hacernos es: ¿y es esto lo que queremos del Perú? He escuchado a muchos fujimoristas en ánimos desalmados y pesimistas que dicen, creo que alegremente, que este país es una basura, que todo está mal, que nada vale la pena. Pues concedámoselos aunque no pensemos así. ¿Cuál es el plan entonces? ¿Perpetuar las heces en las que nos embarró Fujimori? Tan solo la violación masiva de los derechos fundamentales de miles de peruanos que, por poca fortuna, nacieron detrás de los andes en país discriminador y centralista como este, tan solo esto sirve para descalificar no a Keiko sino el proyecto en tu totalidad. ¿Keiko está arrepentida? ¿Qué hacen en su lista congresal y en su equipo técnico personas que permitieron el baño de sangre del gobierno de su padre? Sí, Keiko Sofía ha cambiado: ha dejado de ser la niña que esperó la oportunidad para mamar del poder (cuando se hizo de la vista gorda con los lamentables hechos sufridos por su madre) para ser hoy la típica política que vive de nosotros, que mama de nosotros…la loba con piel de cordero. Vaya que ha cambiado. Y está la otra derecha, la de PPK. Sobre esta derecha ya hablé. Es justamente la que defiende modelos bananeros de falso crecimiento económico, de la burbuja sentimental y ficcional de satisfacción económica. Un hijo que recibe dinero mensual de su padre acaudalado debe sentirse el rey del mundo. No obstante, muerto el padre, ¿qué sabe hacer el hijo? ¿cómo generará dinero para sí mismo? No podemos seguir viviendo de crecimientos falaces. Es cierto que se ha avanzado muchísimo en agroexportación pero seguimos siendo exportadores de materias primas. Los minerales, el gran salvadidas del Perú, es una actividad cuyo éxito depende principalmente del mercado mundial. Nuevamente, se fomenta lo manual y lo extractivo. Se ha creado el mito que dice que la empresa salvará al Perú. ¿A qué Perú? No podemos acabar con las empresas pero sí podemos preocuparnos por fomentar la formación de empresas nacionales con producción en valor agregado (intelectual-manual). Y esto no está en plan de PPK. La mirada economicista, liberal, ortodoxa, mundializada y gringocéntrica lo hace ver el Perú como algo que no es. El modelo de PPK podría aplicarse en otros países, otros que no tengan las peculiaridades del nuestro. Pero el Perú es diferente. Eso es lo que no nos gusta entender. ¿El problema del Perú es su gente? Sí, es su gente que ve una parcela de su territorio, que olvida a los menos privilegiados en la cadena de producción y distribución. Pero ellos son el Perú y quizá más que nosotros, que sí tuvimos la oportunidad de insertarnos en la clase media. Modelos acumulativos en un país donde falta distribuir, sí, eso es un pecado, la gula que le dicen. Y bueno, no votaría por quien lleva a su lado al PPC, el más conservador de los partidos en el Perú. No creo que la libertad y la igualdad sean huachafería de caviar. Tampoco imagino un gobierno promotor de empresa nacional ahí donde la cabeza tienes vínculos tan fuertes –ahora lo sabemos- con First Capital. Y no es exageración y sí tiene bastante de malo pretender que un personaje así gobierne un país como este. Sí, es una custión moral que nos corre en la venas a algunos: no es falso nacionalimos, no es tufillo izquierdozo. No. Sensatez. Un modelo como este en un país como el nuestro es negar lo evidente, negar que no hay distribución y que se perpetua el chorreo disparejo. Eso implica votar por PPK. No es solo votar por el más capo (votemos por Montesinos entonces), ni por el mejor, ni por el que sí sabe cómo hacerlo (bajando el IGV como si de recaudación fiscal viviera el Perú). La inversión en buena, sí, pero veamos qué tipo de inversión y no nos sobreexcitemos tan solo oyendo la palabrita mágica. ¿Cambiamos de modelo entonces? Desde mi perspectiva, eso es una ilusión. Humala tampoco quiere cambiar el modelo, sabe que no puede. ¿Lo han vuelto un cuco? Sí. Un cuco que nosotros como sociedad colonialista hemos parido. Hijo de nuestras entrañas más injustas, más discriminadoras, más colonialistas. Puede estar equivocado en algunas cosas, para mí la principal es la diversidad de opiniones que recoje su proyecto. Gente de “todas las sangres” conforma su lista de técnicos y congresal. Es una variedad que desorienta. Sigue preocupándome el crecimiento del aparato estatal que proponen con la finalidad de generar una mejor gestión en rubros estratégicos. Me preocupa más que muchos de los ingresos destinados a sus proyectos sociales más importantes (y varios de ellos interesantes y necesarios, aún cuando necesiten una reingeniería) estarías solventados en una serie de impuestos un tanto utópicos de lograr. Los especialista coinciden en señalar que en las arcas estatales hay dinero pero no hay gestión. Hacer crecer el Estado me parece irresponsable y sí, eso sí, peligroso. No tendrá mayoría en el congreso por lo que muchos de los cambios que pretende hacer no serán posibles y por ende sus propuestas no podrán ver la luz. Creo que políticamente no representa la mejor versión de lo que la izquierda actual puede ser. Pero claro, tiene que lidiar con el problema de nos heredó Velasco, nos remarcó el Fujimorismo y nos remacharon los conservadores de derecha: ser de izquierda es ser o idiota o terrorista. Si no son idiotas los de derecha, ¿por qué lo serían los de izquierda? También los necesitamos y quizá los necesitemos un poco más. Ya es mucho el tiempo que se ha demorado nuestro país y nuestras autoridades en mirar con verdadera atención a la población menos favorecida. La izquierda nos las recuerda todo el tiempo. Ser de izquierda no significa ser socialista (Brasil, Chile). Pero sí significa cambiar los procesos de producción, el manejo de la distribución y la propiedad sobre la producción. Esto no es ser Cuba. La pregunta es ¿Humala lo puede hacer? Desde mi perspectiva, no. A la izquierda le falta un líder distinto y forjarse como ideología moderna, cohesionada, actual. El liderazgo de Humala me parece dudoso, conservador, revanchista. Insisto, hay que escucharlo y no satanizarlo. En el Perú siempre hacemos eso: a quien no nos gusta lo satanizamos y a quien sí, lo endiosamos. Su vinculación con la dictura chavista es más que conocida y es, claro está, un problema también. ¿Y Toledo? Ni izquierda ni derecha. “Economía con rostro social” dice su plan de gobierno. Virtudes: defender un modelo de proceso de producción intelectual-manual, de campo y urbano, extractivo y productivo. No hay un claro privilegio a una forma de propiedad respecto a estos procesos de producción pero sí hay una disposición a repensar los ingresos recibidos por la distribución para, justamente, que el chorreo se dé. De su gobierno, ya hay bastante dicho. Que fue un buen gobierno casi nadie lo cuestiona. No fue el mejor y hay deudas pendientes en el ámbito social. Pues sí, el primer gobierno de Toledo le apostó a otra forma de manejar la economía en el Perú, para ponerla en azul argumenta. Lo cierto es que Toledo, ideológicamente hablando no tiene de dónde cogerse. Ni chicha ni limonada. Quizá por eso aglomera a los que deseando un cambio no quieren desandar lo caminado. Pero, sin ser mezquinos, se trata de una propuesta seria avalada por gente técnica y capaz. Por suppuesto que hay sus quejas respecto a uno que otro elemento que lo acompaña, pero eso lo tienen todos. A nivel de propuesta, lo que veo de interesante en Toledo es el replanteo moderado de la práctica económica en nuestro país. Para quienes consideramos que sí, ahora, es el momento de que el Estado invierta en los menos beneficiados en la cadena de producción, para quienes creemos que el desarrollo implica fomentar la industria interna para no depender de economías foráneas, para quienes creemos en que las libertades ganadas no corren riesgo a su lado, que los poderes del Estado están al salvo tanto como la prensa, estamos de su lado. Y aún así, es él un tipo que colecciona defectos importantes: su frivolidad, su entorno familiar, su sobreexcitación triunfalista. No creo que sean poco importantes estos defectos. Pero, y lo digo con la mayor sinceridad posible, ni estoy eligiendo al hijo de puta más grande de la historia (quizá ese ya lo hemos tenido de presidente) ni al cura más célibe e inexistente del mundo. No soy ni cucufata ni típica limeña hipócrita. Sí, aquí los limeños somos muy buenos para algo: para ser falsos. Es un tipo curioso Toledo: se va de putas, se va de vacaciones, no cuestiona con toda la autoridad que debería a sus familiares impresentables y ama a Eliane. Pero vamos, Nadine es una de las mujeres más conservadoras que existen y nadie se lo critica a Humala. PPK se ha dedicado toda su vida profesional a ser lobbista, es decir, a tranzar con trasnacionales sobre los intereses privados ganados por el ingreso a mercados nacionales, entre ellos el nuestro. Nadie parece arañarse por eso y es bastante más grave, bastante más cuestionable moralmente que irse de putas. No le fue fiel a Eliane y tiene erecciones en un lugar que no es su casa o su cama. Miente al respecto y dice que lo doparon. Miente también PPK cuando dice que no ha sido lobista, miente cuando dice que no pasó nada allá en el gobierno de Belaunde, cuando dice que no posee empresas y que no trabajó para Fisrt Capital. Pero mucha gente no dice nada. “Es un gran empresario” dicen. Lo es, ha hecho muchos lobbies, legales por cierto. No es un pecado ser lobbista. Bien por él. Pero sí es un poco fresco que quiera gobernar un país que también ha sufrido los efectos de sus negociaciones. Toledo se fue de putas y parrandeando en el avión presidencial mientras tenía sueños húmedos con Lady Bardales. Pero no se dice nada del dinero mal habido con el que doña Keiko y toda la prole Fujimori estudiaron fuera del país. Robar, ahora resulta, no es un delito. Tener erecciones, sí. Si Eliane dijo que los pituquitos de miraflores eran unos inefables, el papá de Humala dijo que mataría a los gays. Pero ninguno de los dos gobernará jamás el Perú. Y si Humala no puede explicar de dónde tiene para solventar el nivel de vida que lleva y los ingresos nada despreciables de su conservadora esposa, esto no es peor que meter la mano en la hielera y excederse con el whisky etiqueta azul. No. Parece ser que a muchos, la promiscuidad de Toledo les revienta más que los robos de Keiko, las incongruencias de Humala y los negocios nada patrióticos de PPK. Y si PPK salió ebrio en el programa de Magaly, pues es un tío bacán. Y si dice “mierda” es un tipo con carácter. Pero siempre es peor Toledo y sus putas y sus juergas. Y si Toledo tuvo una hija que no quiso reconocer y que finalmente reconoció por presión mediática, sí, eso lo cuestiona y lo cuestiona seriamente. ¿Por qué no fuimos igual de críticos cuando la prensa mostró al último hijo de la dinastía bastarda de Alan García? No, claro, un pecadillo lo comete cualquiera. Termino con las palabras de Miro Quesada: bueno fuera que el principio de contradicción (la imposibilidad de aceptar A y no A a la vez y en el mismo sentido) sea un asunto que no trasciende la lógica de nuestro pensamiento, sin embargo, lo que es más relevante es que sus implicancias éticas nos deben obligar a hacernos cargo de nuestras decisiones con todo lo que ellas se comprometen. Para votar, se vote por quien se vote, hay que hacerse cargo de lo que ideológicamente estás comprando, socialmente estás avalando y moralmente estás permitiendo. Si nos regalan fósforos, nos bailan regetón y nos venden un candidato usando un cuy y no argumentos es porque así funcionamos nosotros los peruanos. Y cuando elegimos finalmente, como cuy en tómbola, por quién votaremos, tampoco sabemos qué compramos con nuestro voto. Elige, pero luego de defender eso que defiendes no te atrevas a decir que “el problema del Perú es su gente” sin incluirte antes en esa gente. Y saquemos esa náusea de nuestra vocabulario: “votar por el mal menor”. Si lo hacemos, es porque nos lo hemos buscado. No nos victimicemos. Quizá cuando empecemos a votar por el bien mayor, habremos hecho la paces con nuestro país. No es el bien mayor el candidato que más nos gusta, es el candidato que, desde lo ideológico, recoge nuestras creencias, desde lo social, incluye a quienes creemos no están incluidos. No voy a defender a Toledo desde lo moral ni decir que es nuestro salvador, es tan indefendible como todos los otros. Ya expresé que desde mi conocimiento de la realidad peruana (no tan amplio ni bueno como quisiera) es lo que engarza mejor. Igual, considero que hay que votar –siempre- no mirándonos en el espejo (clase media dependiente, intelectual, con acceso a crédito y demás beneficios del sistema) sino mirando a esos otros que son el país y de cuyo éxito depende tu éxito también.

1 comentario:

Fancy dijo...

Me alegra que termines diciendo por quien votaste, y aunque termines disculpandote de tu eleccion es fundamental que lo hayas dicho, hay muchos que les gusta la verborrea y al final ni dicen por quien van a votar. Yo le fui al ppkuy.